Nuestro niño vital
Se ha dado cuenta que conforme pasan los años sentimos la vida más pesada, como si los años que cumplimos se fueran acumulando en nuestros hombros, en muchas ocasiones solemos ver para atrás y pensar “qué fácil era la vida antes”, incluso cuando en el pasado teníamos nuestros propios problemas, pero al verlos en retrospectiva ya no nos parecen tan serios o complicados.

Esa pesadez que le regalan los años suele confundirse con “madurez” porque al ser más grandes se tienen más responsabilidades, problemas más serios, y conflictos más frecuentes. Pero lo cierto es, que los años le han regalado lecciones de vida, aprendizajes por experiencias, oportunidades de crecimiento, y le han permitido ser más fuerte, y que sea más fuerte no significa que deba llevar cargas mayores.
¿De qué cargas hablamos?
Propongo una metáfora
Imagínese caminando cuesta arriba, sabe que lo importante es viajar ligero, así que solo viaja con lo que lleva puesto. En el camino se pelea con alguien y es más fácil cortar la relación que perdonarle o pedirle perdón, así que suma su primera carga de rencor. Continuando en el camino se tropieza con una gran roca, se golpea fuerte pero se levanta, sin embargo se siente enojado con la roca por haberle ocasionado un daño y con usted mismo por no haberla visto antes, sumando una segunda carga. Al seguir caminando se encuentra con una rama que golpea su cabeza, tiene un raspón en la frente, y piensa que es inaudito cómo es que puede seguir lastimándose, y guarda ese resentimiento. En la cuesta más empinada se encuentra con alguien que también está intentando subir, le da una mano y sin darse cuenta ya lo lleva sobre sus hombros, no le molesta ayudarlo a subir, y luego sigue su camino. Pero en poco tiempo, es usted el que necesita ayuda para subir y ve como otros suben sin darle una mano, se sientes decepcionado y abatido pero continúa su camino. Repetidamente se golpea y muchas situaciones le decepcionan, quizás una fuerte tormenta o una roca más grande en su camino, pero al final del camino llega a su destino, físicamente con la misma carga con la que inició el viaje, pero internamente está cargado de todas las interpretaciones negativas, las cuales no ha podido dejar ir.
Las interpretaciones son más pesadas de lo que cree
La vida no es un campo de flores de eterna primavera, NO LO ES, a veces siente que va caminando a oscuras, otras veces siente que va en un barco en medio de una tormenta, otras veces agradece estar en un valle soleado, y así sucesivamente, somos viajeros que planifican viajar en avión, pero el destino nos obliga a caminar. Y a lo que me refiero con esto es que la vida no es fácil, y no podrá estar riendo siempre, que es normal tener días grises y que se vale disfrutar de los días soleados. Pero para disfrutar de esos días soleados, debemos dejar que la lluvia fluya.
A veces tenemos un mal día, pero nos aferramos tanto a él, que termina siendo una mala semana, y esa mala semana se convierte en un mal mes, y luego estamos tan apegados a ese estado emocional, que nos es difícil reconocer los días soleados, y nos debemos preguntar ¿Quién me dijo que fue un mal día? No existen los días “buenos” y los “malos”, cada día es único e irrepetible, con un propósito diferente, habrá días con retos más grandes, quizás emociones más fuertes o grandes incertidumbres. Dios te regala cada uno de tus días, ¿por qué menospreciar su regalo al decir que estuvo malo?.
Vivimos en un mundo de interpretaciones, ¿Lo sigue dudando?, imagine esto:
Bola de boliche = “¡Su trabajo está mal hecho, tiene que repetirlo!”
Copa de Cristal = Persona A
Cojín de plumas = Persona B
Desde el 5to piso lanzan la bola de boliche sobre la copa de cristal, inmediatamente se quiebra en mil pedazos, pero al lanzar la misma bola sobre el cojín de plumas, esta absorbe la carga, y la deja ir. Estamos hablando de dos personas que han recibido la misma información de la misma forma, pero interpretadas de forma diferente. La persona A se quiebra por completo, superar su quiebre será más complejo y tardado. Sin embargo la persona B quien ha recibido la misma información, con la misma intensidad, lo absorbe y lo deja ir, quedando como estaba al inicio.
Usted es el dueño de sus propias interpretaciones, usted elige cómo interpretar el mundo, como un sin fin nuevas oportunidades y aprendizajes o un camino lleno de tropiezos.
Volvamos a nuestro niño interior
De pequeños dejábamos que las emociones fluyeran; cuando nuestros padres decían “no”, comenzábamos una rabieta, dejábamos que nuestro cuerpo sintiera y viviera la emoción, y luego la dejábamos ir, volviendo a ser los mismos niños felices e incluso olvidando porque habíamos iniciado a llorar. No nos guardábamos nada, lo dejábamos ir, nos desintoxicábamos del mundo de adultos fácilmente.
Pero los años pasan, y las rabietas en público son imperdonables, así que muchos se lo guardan. Se saturan de toxinas del mundo, rencor, decepción, tristeza, ansiedad, estrés, y se aferran a ellas como si esa fuera la vida adulta que les ha tocado vivir. Y pude que hasta les de miedo sonreir, porque no saben si a la vuelta de esa sonrisa se avecina otro problema.
Pero hoy Dios nos recuerda que aunque la vida no sea fácil y nos toque vivir circunstancias que no tienen motivo o razón, no dejemos que la vida terrenal nos aleje de su promesa eterna, porque los problemas que hoy vivimos serán historia mañana. Así como subestimas la rabieta del niño por una razón superficial, así Dios te dice, llora y levántate, sacúdete el polvo y sigue caminando niño mío, tu fuerza y tu valentía te acercan a mi, pero deja ir las cargas que llevas sobre tus hombros.
«Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos. De cierto les digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» Marcos:10 14-16
Deslicémonos en el resbaladero de la vida, con tranquilidad y gozo, sabiendo que nuestro padre nos estará recibiendo al final de el. No intente frenarlo o volver atrás, porque sólo traerá más dolor. DEJE QUE FLUYA, que sus emociones fluyan permítase sentir cada emoción, y luego déjala ir, y que sus interpretaciones le potencialicen.
Todos tenemos la libertad y la posibilidad de vivir con la felicidad de un niño, porque no importa cuanto tenga o cuánto le falte, la decisión de ser feliz depende de usted, no de su entorno. No reprima a su niño ni lo ahogue en rencor y depresión. Déjelo ser libre y comience a vivir plenamente hoy.
Gracias por llegar hasta el final, recuerde que si le ha sido de utilidad, puede compartirlo con aquellos que considere también les será de mucho beneficio esta información.
Para más información en talleres, capacitaciones y procesos de coaching personal, escriba a contacto@coachingactivate.com