La Navaja y El Hacha
Decimos que no podemos compararnos, pero en la vida real, las comparaciones son casi automáticas y generan un gran desgaste en nosotros.
A modo de matar de hambre esa necesidad de comparación y alimentar sus ganas de salir a cumplir su propósito, escribí esta historia o fábula como quieran llamarle, que hoy comparto con ustedes.
Una historia corta, pero que deja un largo camino de reflexiones para nuestras vidas. Espero también despierte en ustedes esa chispa y genere la reflexión perfecta para su vida.
No subestimen el nombre de la historia considerando que es solo para niños, cualquiera puede extraer sencillamente una reflexión, y entre más grande sean, mayor número de reflexiones encontrarán dentro de la historia.

Había una vez en un pequeño pueblo llamado Encino Hill, en lo más alto de la colina, una herrería, dentro de ella podías encontrar todo tipo de creaciones elaboradas con hierro solido por el gran maestro Luis Jr. El herrero del pueblo.
Dentro de la herrería, el hacha se sentía el rey del lugar, porque era lo que más llegaban a buscar los habitantes del pueblo, dada la necesidad de recolectar leña. El hacha decía -Yo puedo reemplazar a cada uno de ustedes, Luis, debería de dedicarse únicamente a fabricar hachas, ahorraría tiempo y dinero.
El Hacha continuó hablando y comenzó a dar ejemplo de cómo él podía reemplazarlos a todos diciendo: - Con un hacha se puede ir a pelear a la guerra, - señalando a la espada, -Con un hacha se puede cortar carne y vegetales. – Con lo cual el cuchillo se fue a esconder. -Con un hacha podrías cortar papel y tela. – Las tijeras se fueron llorando.
Así continuó el hacha, nombrando a cada uno de los artículos del lugar y probando que podría reemplazarlos a todos, y cuando señaló a la navaja, el hacha río y dijo: - ¿Quién necesita algo tan pequeño e insignificante como una navaja, cuando me pueden tener a mí?
Todas las herramientas estaban devastadas, pero ya era tarde y todas debían irse a dormir.
A la mañana siguiente, Luis entró al taller y comenzó a empacar todas las herramientas para bajar al pueblo al día de mercado. Todo el camino hacia el pueblo, el hacha se fue hablando, insistiendo en que Luis debió haber elaborado más hachas y menos cuchillos, espadas y tijeras.

Al llegar a la calle en donde estaba ubicado el mercado, Luis comenzó a colocar con cuidado cada uno de los artículos, asegurándose que cada uno de ellos fuera visible para los visitantes. No era de sorprenderse, que el hacha estuviera furiosa, porque había sido colocada al fondo, junto a las espadas; tal era su indignación, que se aseguró que todas las herramientas volvieran a la caja de empaque para no robarle protagonismo, la noche anterior ya se había encargado de bajarles la moral a todos, así que obligadlos a entrar a una caja, fue tarea fácil.
El hacha tenia toda la mesa para él, tal como quería, y cuando Luis se dio cuenta que todas sus herramientas faltaban, comenzaron a llegar visitantes para comprar sus productos.
Llegó un hombre en busca de una espada, y Luis les dijo – mmm si, yo hago espadas y traía hoy unas cuantas, pero no logro encontrarlas, pero… puede llevarse un hacha. -Imposible – dijo el hombre, - un hacha es demasiado pesada y muy difícil de maniobrar, muchas gracias, pero seguiré buscando. – El hombre se retiró del puesto, mientras un pescador se acercaba a preguntar por un cuchillo, Luis le respondió; - Si, yo vendo cuchillos, pero en este momento puedo ofrecerle un hacha, está muy bien afilada – ¿Es una broma?, - respondió el pescador, -No podría filetear y descamar a un pescado, aunque quisiera con un hacha.
Llegó también una costurera al puesto, preguntando por unas tijeras, y Luis muy apenado le preguntó: - Podría cortar tela con un hacha, ¿cierto? – La costurera se rio y se fue, no dio más comentarios.
Mientras esto sucedía en el puesto, las herramientas que estaban ocultas en una caja comenzaron a escuchar como las personas preguntaban por ellas, y se iban con las manos vacías, nadie había decidido reemplazarlas por un hacha, y eso le dio a la navaja el valor de romper la caja en donde se estaban ocultando para que Luis pudiera verlas. Luis las encontró inmediatamente y se sintió muy aliviado, rápidamente las colocó en su mesa y más personas se acercaron al puesto.
Una por una se fueron vendiendo, cada espada, par de tijeras y cuchillos, todos fueron vendidos antes de mediodía, bueno, casi todos. Por la tarde solo quedaban el hacha y la pequeña navaja, el hacha, como siempre, lanzó un comentario al aire diciendo – Lo sabía, nadie necesita de algo tan pequeño como una navaja. – Pero antes de que pudiera terminar la oración, un hombre grande, robusto, muy bien arreglado, y con una barba y un bigote impecable, se acercó al puesto y dijo; - Necesito 10 como estas navajas, - señalando a la pequeña navaja sobre la mesa. Luis muy cortésmente dijo que con gusto podía tenerlas listas para la tarde del próximo día, ya que no traía con él tantas navajas. El hombre sonrió, y muy agradecido le respondió; - Claro que sí, he visto la calidad de navajas que haces, y me gustaría tener solo de tus navajas en mi barbería, son muy afiladas y precisas, un acabado que no podría lograr ni con el hacha más afilada. Avísame cuando estén listas, y pase por mi barbería cuando quiera, puedo afeitarle la barba de cortesía con una de sus navajas. – Estoy intentando dejarme la barba, -dijo Luis – Pero lo voy a considerar, muchas gracias, yo le haré llegar su entrega con las navajas cuando estén listas.
Mientras los hombres conversaban y hacían un trato, el hacha lo entendió por fin,
- Quizás todos estamos hechos del mismo material y somos fabricados por las mismas manos, pero cada uno tiene un propósito diferente, que no puede ser reemplazado tan fácil por cualquiera, ni siquiera por el más fuerte y afilado. -
Luis empacó el hacha, el único artículo que no se vendió ese día, emprendió camino a casa y un gran viento comenzó a invadir la colina, los arboles se sacudían fuertemente, y al llegar a casa, no era de sorprenderse que unas grandes ramas de un árbol habían caído sobre su techo. Luis respiró profundamente, y sonriendo dijo, -Menos mal hoy no se vendió mi hacha. – Saco el hacha de su empaqué y se puso manos a la obra. El hacha pensó que había perdido su oportunidad en el mercado al no haber sido comprado, pero en realidad, fue la única herramienta que Luis necesitaba en ese preciso momento, porque ni unas tijeras o una espada hubieran podido con esas grandes ramas que cubrían la puerta de su hogar, hasta el techo.
Fue un buen día para todos, incluyendo para el hacha.
Todos tienen su momento y su propósito, nunca lo olvides.
Si considera que tiene un amigo o un familiar que necesita escuchar esta historia hoy, no dude en compartirlo, puede que le recuerde a una navaja su propósito, o un hacha su momento de brillar. Disponible también en podcast.
Gracias por llegar hasta el final, recuerde que si le ha sido de utilidad, puede compartirlo con aquellos que considere también les será de mucho beneficio esta información.
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